El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, dijo este miércoles que cree que su homólogo ruso, Vladimir Putin, «intervendrá» en Ucrania, pero no quiere una «guerra en toda regla». Lo hizo después de que EE.UU. reafirmara, junto a la Unión Europea, la OTAN y la OSCE la defensa de la «arquitectura de seguridad europea existente» y su determinación de resolver por la vía diplomática la crisis con «un frente transatlántico fuerte, claro y unido». Su secretario de Estado, Antony Blinken, quien se reunirá este viernes con el ministro de Relaciones Exteriores de Rusia Serguéi Lavrov en Ginebra, advirtió que Rusia podría atacar a Ucrania «en muy poco tiempo». En este texto, Katya Adler analiza la situación desde el punto de vista de Europa.
«Europa está más cerca de la guerra ahora de lo que ha estado desde la desintegración de la antigua Yugoslavia».
Son las duras palabras de advertencia de un alto diplomático de la Unión Europea con quien acabo de hablar extraoficialmente sobre las tensiones actuales con Moscú, debido a su enorme refuerzo militar en la frontera con Ucrania.
El estado de ánimo en Bruselas es nervioso. Existe un temor real de que Europa pueda estar cayendo en su peor crisis de seguridad en décadas.
Pero la angustia no se centra por completo en la perspectiva de una guerra terrestre grande y prolongada con Rusia por Ucrania.
Pocos en Europa creen que Moscú tenga el poder militar, sin hablar del dinero o el apoyo popular interno para llevarla a cabo.
Es cierto que la UE ha advertido al Kremlin de «consecuencias extremas» si emprende una acción militar en la vecina Ucrania.
La nueva ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, estuvo en Kiev y Moscú y dijo exactamente eso el lunes.
Suecia trasladó cientos de soldados durante el fin de semana a su isla de Gotland, estratégicamente importante, que se encuentra en el mar Báltico.
Y Dinamarca reforzó su presencia en la región unos días antes.
Las crecientes tensiones también han reavivado el debate tanto en Finlandia como en Suecia sobre si ambos ahora deberían unirse a la OTAN.
Pero la principal preocupación en Occidente -Washington, la OTAN, Reino Unido y la UE- no es tanto la posibilidad de una guerra convencional sobre Ucrania, sino más bien que Moscú esté tratando de dividir y desestabilizar Europa, sacudiendo el equilibrio de poder continental a favor del Kremlin.
El primer ministro de Polonia, Mateusz Morawiecki, me dijo a fines del año pasado que Occidente necesitaba «despertar de su letargo geopolítico» con respecto a las intenciones de Moscú.
Otros países de la UE dirían que ahora ya se han despertado y pueden ver el problema.
Pero, como suele ser el caso cuando se trata de política exterior, los líderes de la UE están lejos de ponerse de acuerdo sobre qué medidas deben tomar.
Moscú, a pesar de la acumulación masiva de tropas en la frontera con Ucrania, niega que esté planeando una invasión militar.
Pero le envió a la OTAN una lista de demandas de seguridad.
Culpando abiertamente a la alianza por «socavar la seguridad regional», el presidente ruso, Vladimir Putin, insiste, entre otras cosas, en que la OTAN prohíba a Ucrania y otros Estados exsoviéticos que se conviertan en miembros de la organización.
La OTAN se negó rotundamente y las tres cumbres celebradas durante la última semana, entre Rusia y los aliados occidentales, no lograron encontrar muchos puntos en común.
Lo que Vladimir Putin planea hacer a continuación no está claro.
Pero Occidente cree que el Kremlin ha invertido demasiado en sus públicas maniobras sobre Ucrania para dar marcha atrás ahora, sin tener nada que mostrar.
El gobierno del estadounidense Joe Biden espera con impaciencia una posición contundente de la UE sobre posibles sanciones, dependiendo de cómo proceda Moscú: una incursión militar en Ucrania, ataques cibernéticos, campañas de desinformación o, como se considera más probable, una combinación de ataques híbridos.
Posibles sanciones
Los optimistas de la UE predicen que el bloque acordará una serie de posibles sanciones antes del 24 de enero, en la próxima reunión de ministros de Relaciones Exteriores.
Pero eso está lejos de estar garantizado.
Varios países de la UE están indecisos debido al costo de las eventuales sanciones para sus propias economías.
Bruselas normalmente habla de compartir la carga, pero el resultado de esas negociaciones puede no ser del agrado de todos.
También existe una preocupación generalizada en los países de la UE sobre los suministros de gas de Rusia, especialmente con los precios ya muy altos para los hogares europeos este invierno boreal.
Washington dice que está buscando formas de suavizar el impacto en el suministro de energía.
Quiere apresurar a la UE para que acuerde una posición firme sobre las sanciones, sabiendo muy bien que, en política exterior, la aprobación debe ser unánime entre los Estados miembros.
Si fueran mejores las relaciones después del Brexit entre Reino Unido y la UE, se esperaría que hubiera más esfuerzos diplomáticos en este momento entre Londres, Berlín y París para comparar y discutir ideas, tal vez acordando un plan de acción común.
Los diplomáticos de Bruselas describen, con cierta malicia, al gobierno de Reino Unido como «probablemente demasiado envuelto en escándalos políticos internos para que la geopolítica esté en su lista de prioridades en este momento».
Pero admiten abiertamente que dentro de la OTAN, Reino Unido está totalmente comprometido con el problema Rusia-Ucrania.
El lunes, el secretario de Defensa británico, Ben Wallace, anunció que su país enviaría a Ucrania misiles antitanque de corto alcance para autodefensa.
Dijo que un pequeño equipo de soldados británicos también proporcionaría entrenamiento.
Wallace advirtió anteriormente a Moscú que habría «consecuencias» ante cualquier agresión rusa contra Ucrania.
Reino Unido «haría frente a los bravucones» sin importar lo alejado del conflicto, indicó.
Washington insiste en que no hay tiempo que perder.
Señala que el Kremlin está considerando una operación de «bandera falsa», que «va a preparar el terreno para tener la opción de inventar un pretexto para la invasión»; es decir, culpar a Ucrania por un ataque que llevarían a cabo agentes rusos.
El Kremlin descartó la afirmación de Washington como «infundada».
Pero los funcionarios estadounidenses afirman que Moscú se está preparando para repetir el patrón que se vio en 2014, cuando acusó a Kiev de abusos antes de que las fuerzas respaldadas por el Kremlin tomaran el control de la península de Crimea.
El territorio tiene una mayoría de habla rusa. Y votó posteriormente para unirse a Rusia en un referéndum que Ucrania y Occidente consideran ilegal. Miles murieron en ese conflicto.
Occidente se está preparando para lo que podría suceder ahora.
(Con información de El Universal)