Desde el fin de semana pasado, una intensa ola de protestas y de saqueos azota a Sudáfrica.
Al menos 72 personas han fallecido producto de la violencia y más de mil 700 han sido arrestadas.
Se han registrado unos 200 saqueos en tiendas y otros negocios, así como actos de vandalismo, según informaron las autoridades este miércoles.
Y añadieron que, con el objetivo de contener los disturbios, habían duplicado el número de militares desplegados hasta llegar a los 5 mil, mientras los ciudadanos empezaron a armarse y a formar grupos de vigilancia para proteger sus propiedades.
Y este jueves el ministro de Defensa Nosiviwe Mapisa-Nqakula anunció que había solicitado 25 mil soldados más para controlar la situación en las dos provincias azotadas por al violencia: KwaZulu-Natal, donde se encuentra Durban, la tercera ciudad más grande del país, y Gauteng, que incluye la urbe más poblada, Johannesburgo.
Las protestas comenzaron tras el encarcelamiento del expresidente Jacob Zuma, quien se entregó a la justicia el miércoles luego de ser condenado a 15 meses de prisión.
Fue declarado culpable de desacato al tribunal el mes pasado por no asistir a una investigación sobre corrupción durante su presidencia.
El político de 79 años, que niega las acusaciones de corrupción, espera que la Corte Constitucional del país anule o reduzca la sentencia.
Pero expertos legales afirman que probablemente su demanda no tendrá éxito.
«No interferimos para que no nos hagan daño»
En la ciudad portuaria de Durban, en la provincia sudafricana de KwaZulu-Natal, en las últimas horas se han formado largas colas frente a las tiendas y gasolineras, luego de que los saqueos en tiendas han causado una grave escasez de artículos básicos.
Cajas vacías, platos rotos, comida podrida y escombros están esparcidos prácticamente por todas las calles de este centro de la ciudad.
«Estamos en llamas», le dice Ian -que prefirió no dar su nombre real- a la BBC en Durban.
En los últimos tres días, apenas ha logrado dormir una o dos horas cada noche. Tanto él como su equipo, que trabajan para una empresa de seguridad privada, sobreviven con la ayuda de bebidas energéticas mientras esperan y observan los acontecimientos.
Han renunciado a intentar detener los saqueos que han destruido una gran cantidad de edificios desde que comenzaron las protestas.
Ahora, solamente están protegiendo los vecindarios en donde viven.
«Solo vamos a lugares a ver cómo roban, no interferimos (para que) no nos hagan daño».
La policía sudafricana dijo en un comunicado el martes que había identificado a 12 personas sospechosas de provocar los disturbios y que un total de mil 234 personas habían sido arrestadas.
«Como estar en una zona de guerra»
En otro punto de Durban, una madre se vio obligada a arrojar a su bebé a una multitud desde un edificio incendiado durante los saqueos.
«Todo lo que podía hacer era confiar en completos desconocidos», dijo Naledi Manyoni al asegurar que ambos estaban bien.
En otro barrio, una mujer se prepara para hacer un viaje de 20 minutos para llegar a su familia desde su casa en una zona residencial muy afectada.
No sabe si lo logrará o si una de las tantas barricadas que se han formado en las avenidas de la ciudad hará que se tenga que devolver.
Lo único que sabe es que no puede soportar otra noche acostada en la cama escuchando los disparos.
«Estoy muy asustada«, dice la mujer, que pidió no ser identificada.
«Literalmente se siente como estar en una zona de guerra con disparos, incendios y humo subiendo por todas partes durante los últimos dos días».
Cuando el humo se disipa, las alturas ofrecen la mejor vista de lo que está sucediendo en Durban.
Un polvorín que solo necesitaba una chispa
Jayshree Parasuramen, reportero de tráfico en helicóptero de la emisora local East Coast Radio, pudo verlo todo: fábricas en llamas, camiones movidos para bloquear carreteras y «miles» de personas saqueando tiendas y almacenes, con coches esperando para recoger sus bienes mal habidos.
«Formaron un escudo alrededor de las áreas que estaban saqueando», explica.
«Las entradas y salidas estaban bloqueadas, y mucha gente se agolpaba alrededor de esa área para no permitir que nadie pasara».
El reportero también aseguró que la gente estaba «fuertemente armada«.
El presidente Cyril Ramaphosa y otros dirigentes locales han sugerido que las protestas han sido infiltradas por «elementos criminales».
Otros creen que las dificultades exacerbadas por la pandemia de coronavirus crearon un polvorín que solo necesitaba una chispa para encenderlo.
La chispa, en este caso, fue encarcelar al predecesor de Ramaphosa por desacato al tribunal.
«Sabíamos que cuando se volvió a confinar (a la población), esto iba a suceder, porque mientras más tiempo dejas a la gente con hambre, es más probable que estos eventos ocurran», explica Eldrin Naidoo.
Análisis: ¿Qué hay detrás de los disturbios?
El catalizador fue el arresto la semana pasada de Zuma, con sus partidarios bloqueando las principales carreteras, las arterias económicas de la nación, mientras exigían la liberación de su héroe político.
Los bajos niveles de ingresos y el desempleo, que se sitúan en un máximo histórico del 32.6% entre la población activa e incluso más alto en el 46.3% entre los jóvenes, se consideran algunas de las bombas con cuenta regresiva que han estallado.
Muchos sudafricanos han sido sacudidos por los disturbios que se extendieron desde el corazón político de Jacob Zuma, en KwaZulu-Natal, y llegaron al centro económico que es la provincia de Gauteng, cuya capital es Johannesburgo.
Y muchos sienten que su sucesor, el presidente Cyril Ramaphosa, no ha brindado un liderazgo decisivo: ni calmando la ira por el encarcelamiento de Zuma ni garantizándole seguridad a los sudafricanos.
Ramaphosa es acusado de haber desplegado tropas muy tarde, y solo unas 2 mil 500 de ellas, en comparación con las 70 mil que mandó a las calles para hacer cumplir un cierre nacional para frenar la propagación de Covid-19 el año pasado.
Pero no hay consenso sobre el despliegue: el partido de oposición Luchadores por la Libertad Económica (EFF, por sus siglas en inglés) se ha opuesto y afirma que la solución radica en «la intervención política y el compromiso con nuestro pueblo«.
Muchos residentes de las áreas afectadas se han quedado en casa y algunos han formado lo que los medios de comunicación locales llaman «escuadrones de defensa» para proteger sus vecindarios y negocios mientras continúan los saqueos e incendios.
No hay duda de que los disturbios son el mayor desafío de seguridad al que se ha enfrentado Ramaphosa desde que asumió la presidencia en 2018 tras la destitución de Zuma.
Seguramente empeorará la crisis económica, ya golpeada por la pandemia, dada la magnitud de la destrucción que se ve en las calles sudafricanas.