La Fiesta Grande de enero en Chiapa de Corzo será íntima, simbólica, en medio de la pandemia, de la crisis económica, será en la intimidad de cada persona, de cada hogar y de cada familia, distinta sí, pero con un gran fervor, con entusiasmo, con gozo.
No podremos realizar algunas actividades, cómo las danzas de los parachicos y las chiapanecas en las calles, o el recorrido de las chunta por los barrios, acatando las recomendaciones del Consejo Estatal de Seguridad en Salud, pero el gozo interno y espiritual nadie nos lo quita, expone el investigador Mario Alberto Aguilar Nandayapa.
El Templo de Santo Domingo de Guzmán ha sido rehabilitado por parte del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) pero no es conveniente que entren los parachicos a danzar, seguramente que el sentimiento religioso hacia los santos patronos de Chiapa de Corzo estará muy presente, muy vivo, pero no es posible asumir riesgos.
Este patrimonio cultural intangible que se exhibe al mundo durante la fiesta del 8 al 23 de enero, en honor a los santos San Sebastián Mártir, Señor de Esquipulas y San Antonio Abad, reconocí do por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), cómo patrimonio inmaterial, es el crisol de nuestra diversidad cultural.
De acuerdo con el doctor Aguilar Nandayapa, la fiesta estará en cada corazón, en el que se encargará de los somés, de las enramadas, de los arreglos de los altares, de los cambios de las imágenes, de los rezos, en las pozoleras, en los priostes, mayordomos, en los que fabrican los cohetes.
Pero también en los fabricantes de la indumentaria de los parachicos, la camisa blanca, monteras, las máscaras de madera, el reboso, la chalina bordada cayendo sobre el pantalón negro, el sarape de Saltillo, el pañuelo rojo sobre su cabeza amarrado al cuello, la faja roja en la cintura y la sonaja.
La fiesta es un resultado de la manifestación del gozo, y la danza de las chiapanecas son también un ejemplo de ello, lucen una blusa de satín con escote semicircular, lleva un vuelo de tul con flores bordadas en petatillo con hilos de seda y artícela de colores, mientras que la falda de satín larga y muy amplia, luce elegante acompañada de un collar multicolor y aretes que cuelgan hasta el hombro.
Insiste que la fiesta no lo hace ni el dinero, ni la actividad comercial, lo hacen los rituales, su gozo, que también está presente en quienes se encargan de elaborar los multicolores jicalpestes, los pumpos, la talla en madera o las pinturas de laca, y eso no lo evita nadie.
Según el maestro Mario Alberto Aguilar, en muchos hogares de Chiapa de Corzo, muchas familias seguramente que van a bailar, habrá marimba, habrá quema de cohetes, incienso en los altares, tamales, dulces, pepita con tasajo, pero será una fiesta muy íntima, solo desde el corazón.