«¡No hay plata, no hay plata!»: una multitud de argentinos cantó ayer el mantra de Javier Milei al saludar su llegada a la presidencia. Que miles de personas celebrasen la ausencia de dinero mientras se anuncia un ajuste nunca antes visto y se alerta del peligro de una hiperinflación habla del giro político fundamental que se vive en la tercera economía de América Latina.
«Hoy comienza una nueva era en Argentina, hoy damos por terminada una larga era de decadencia y declive y damos comienzo a la reconstrucción del país», dijo el nuevo presidente en un inédito discurso desde las escalinatas del Congreso en el que criticó con dureza la herencia económica del kirchnerismo tras dos décadas de dominio político en el país. «Hay una voluntad de cambio que ya no tiene retorno. No hay vuelta atrás, hoy enterramos décadas de fracaso, peleas intestinas y discusiones sin sentido», añadió Milei, al tiempo que prometió «crecimiento, desarrollo, libertad y progreso».
El nuevo presidente recordó que Argentina fue «faro de Occidente» y la tierra a la que llegaban inmigrantes de todo el mundo antes de «abrazar las teorías empobrecedoras del colectivismo». «Déjenme que sea claro en esto: ningún gobierno ha recibido una herencia peor que la que estamos recibiendo nosotros (…). No existe solución viable en la que se evite atacar al déficit fiscal. La solución implica un ajuste fiscal de cinco puntos del PIB en el sector público nacional, ¡que caerá casi totalmente sobre el Estado, y no sobre el sector privado!», gritó Milei ante una multitud eufórica.
Fiel a sus modos disruptivos, Milei, de 53 años, se limitó a jurar su cargo ante la Asamblea Legislativa y no dio el habitual discurso ante los diputados y senadores. Tras un pedido a los legisladores para que per manecieran en sus bancas, Milei y la nueva vicepresidenta, Victoria Villarruel, se dirigieron a las escalinatas del Palacio del Congreso. Su discurso fue seguido en primera fila, a la derecha de Milei, por el Rey Felipe VI, uno de los jefes de Estado presentes en Buenos Aires.
El ultraliberal, que no pertenece ni al peronismo ni al panradicalismo, las dos familias que han gobernado históricamente el país, llegó al edificio del Congreso a bordo de un coche que recorrió completa la emblemática Avenida de Mayo en una espléndida mañana de finales de primavera en el hemisferio austral.
La ceremonia de toma de posesión mostró un inusual protagonismo de la ya ex vicepresidenta Cristina Kirchner, vestida de rojo intenso. Tras mostrar el dedo medio a un simpatizante de Milei al ingresar al Congreso, dio órdenes a diestra y siniestra al recibirlo en su llegada al Palacio Legislativo y luego, con las manos en los bolsillos, se movió sin cesar en el estrado mientras el nuevo presidente juraba el cargo.
La dos veces presidenta mantuvo conversaciones breves con el nuevo inquilino de la Casa Rosada, a veces manteniendo una sonrisa, y no le dedicó ni una mirada al presidente saliente, Alberto Fernández, cuando este se acercó a saludarla.
Más tarde se supo que algo que llamó la atención de Kirchner fue la empuñadura de plata del bastón presidencial: allí, en relieve, están las figuras de Conan, el mastín inglés de Milei que murió en 2017, y de los cuatro perros clonados que le sobrevivieron. Al firmar el libro de actas, Milei añadió: «Viva la libertad, carajo».
El ex presidente Mauricio Macri, que entre 2015 y 2019 marcó un interregno a 20 años de hegemonía kirchnerista, asistió a la ceremonia con visible alegría que reflejó en las redes sociales: «Felicitaciones presidente Milei, no le sacaría ni una sola coma a su discurso. ¡Viva la libertad, carajo!».
La llegada de Milei al poder implica más que un cambio de era, es un cambio de paradigma. Si durante décadas la mayoría de los argentinos vivió convencida de que lo esencial comenzaba y terminaba en el Estado («el Estado presente», uno de los exitosos caballitos de batalla del kirchnerismo), la arrasadora victoria de Milei en las elecciones del 19 de noviembre reveló otra Argentina. La palabra «libertad» se puso de moda, gritada por muchos jóvenes que 10 o 20 años atrás hubieran dado vivas a Cristina.
Asistieron también el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, con su habitual vestimenta militar, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, el ex presidente brasileño Jair Bolsonaro, que llegó caminando al Congreso, y los jefes de Estado de Armenia, Paraguay, Uruguay, Chile y Ecuador. Destacó la ausencia del líder brasileño Luiz Inácio Lula da Silva en la que fue la ceremonia formal de toma de posesión más breve y desconcertante en los 40 años de la actual etapa democrática.
Fiel a su pasión por la economía, Milei habló de «pasivos consolidados» y «política monetaria» en un discurso excesivamente técnico, y añadió que la descontrolada emisión monetaria durante el gobierno de Fenández «no es gratis» y pudo llevar al país a ser «la Venezuela de Chávez y Maduro».
«El gobierno saliente nos ha dejado plantada una hiperinflación, y es nuestro deber hacer todos los esfuerzos para evitar semejante catástrofe, que llevaría la pobreza por encima del 90%». El cierre de la masiva manifestación ante el Congreso mostró a los asistentes recogiendo toda la basura generada, una imagen novedosa, que medios locales definieron como casi «japonesa».
Tras proponer «un nuevo contrato social» en el que el Estado no «dirija la vida de los argentinos», sino que vele «por sus derechos», Milei se dirigió a «la clase política argentina», a la que etiquetó como «casta» durante su campaña. «No pedimos acompañamiento ciego, pero no vamos a tolerar que la hipocresía, la deshonestidad o la ambición de poder interfieran con el cambio que los argentinos elegimos».
«Sabemos que será duro», añadió el nuevo presidente de Argentina, que este lunes reactivará el proceso de ingreso a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en el que Macri había avanzado y que Fernández puso en la nevera. «No buscamos ni deseamos las duras decisiones que habrá que tomar en las próximas semanas, pero lamentablemente no nos han dejado opción», insistió Milei, que dijo contar con un aliado más, además de sus votante: citó una frase del Libro de los Macabeos: «La victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que vienen del cielo».
(Con información de Milenio)