Cansados de vivir bajo la sombra de la violencia en Chiapas, cientos de mexicanos han encontrado en Guatemala un refugio temporal. Desde hace más de dos años, el incremento de la violencia ligada al crimen organizado ha forzado a estas familias a abandonar sus hogares y buscar seguridad al otro lado de la frontera. La llegada a territorio guatemalteco no fue fácil; en medio de la desesperación y la incertidumbre, muchas familias cruzaron la frontera con lo puesto, dejando atrás no solo sus casas, sino también sus vidas.
En Cuilco, una comunidad guatemalteca cercana a la frontera, Mirtela Morales recuerda el momento en que los chiapanecos comenzaron a llegar. «Les dieron dos horas para que se salieran y si no se salían, los mataban», narra con tristeza. «Toda la comunidad los alcanzó en la línea, buscaron carro, como traer a los niños… Traían enfermos», añade, describiendo la angustiosa situación.
El apoyo de Guatemala y las visas humanitarias
Conscientes de la difícil situación de los desplazados, los gobiernos de Guatemala y México han estado trabajando en conjunto para proporcionar asistencia y protección a estas familias. Como parte de estos esfuerzos, las autoridades de migración guatemaltecas han otorgado más de 200 visas humanitarias a los mexicanos desplazados, permitiéndoles una estancia legal en el país mientras se busca una solución a la violencia que los expulsó de sus hogares.
Hasta el momento, se han registrado alrededor de 207 visas humanitarias emitidas, un gesto que ha permitido a estas personas un respiro temporal y la posibilidad de reconstruir sus vidas lejos del peligro inminente. Además, la solidaridad de los habitantes de las aldeas guatemaltecas ha sido un pilar fundamental en este proceso. Estos vecinos han organizado colectas para proporcionar comida, agua y otros suministros básicos a los refugiados, además de ofrecerles un lugar seguro donde resguardarse.
Refuerzo de la seguridad fronteriza
La llegada masiva de desplazados también ha llevado al Ejército guatemalteco a reforzar la seguridad en la frontera. El objetivo es claro: evitar que los criminales atraviesen la frontera y proteger tanto a las comunidades locales como a los refugiados mexicanos. La presencia militar ha sido un factor clave para garantizar la seguridad en la región y disuadir posibles amenazas.
Demetrio González, uno de los desplazados, expresa su dolor y preocupación ante la situación: «Dejamos nuestra casa, la gente se aprovecha… Se están robando los cilindros, los refris, algunos ventiladores… Y algunas casas las están quemando, no se vale». Sus palabras reflejan la desesperación de aquellos que han perdido todo y la esperanza de que esta situación de desarraigo y violencia termine pronto.
Un futuro incierto pero con esperanza
A medida que las autoridades trabajan para resolver la crisis de violencia en Chiapas, la comunidad internacional observa con atención. La situación de los desplazados chiapanecos en Guatemala es un recordatorio de los efectos devastadores de la violencia y la importancia de la cooperación entre países para proteger a los más vulnerables. Por ahora, estos refugiados esperan que la paz y la estabilidad regresen a sus tierras para poder regresar a casa y reconstruir sus vidas, con la esperanza de que su éxodo sea solo un capítulo temporal en sus historias.
(Con información de Aqui Noticias)